Aracne
- Joelking
- 16 oct 2019
- 1 Min. de lectura

Ella tejía.
Yo escribía.
Ambos intentábamos dar nombre
a aquello que ocurría entre nosotros,
hasta las últimas consecuencias.
Escribiendo en sus hilos
me di cuenta de lo frágil
pero letal que silenciaba ser.
Sus telarañas no eran para moscas.
Ella tejía mis heridas,
viendo con sus ojos
todo el caos que me forma.
Y dulce, muy dulce, me salvó la vida.
Fue conocer la verdadera naturaleza del otro
lo que nos hizo bestias sin nada que esconder.
Llevar mis versos en sus hilos,
yo sus telarañas en mis manos.
Por eso a mí no me asustan las arañas,
por eso a ella los poetas tampoco.
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